“Atlas Natura” de José Dumay, nos presenta una evolución sintética del concepto de “ilusión en ruinas” propuesto en la serie Necrópolis, (Dumay, 2016). Para reflexionar esta nueva producción, hay que considerar un conjunto de ideas que las imágenes generan en tanto alegorías de una poética romántica extinta. En primer lugar considerar que su genealogía pictórica tiene como referencia fundamental la pintura de paisaje romántica de la Europa decimonónica: Böklin, Friedrich, Turner e incluso Goya. Segundo, que las imágenes que nos presenta reproducen el paisaje contemporáneo de la Patagonia y otros regentes nórdicos (islandia, Noruega, Groenlandia, Alaska, etc) en su diferencia o similitud con el paisaje romántico europeo del S. XIX. Tercero, que las imágenes que Dumay pinta, provienen tanto de archivos digitales recuperados de internet, como de su propio archivo digital fotografiado in situ dado su interés por conocer personalmente la Patagonia chilena y otros parajes similares. Cuarto, que la voluntad de pintar paisajes extremos de Dumay responde a un deseo pulsional de generar un “Atlas geo-pictórico” de lugares que aún conservan una apariencia NO-urbana y que funcionan eficazmente como alegorías de pinturas de paisaje románticas. Quinto y último, que ejecutando esta operación pictórica, Dumay establece una diferencia y toma distancia del mainstream cosmopolita del arte contemporáneo abandonando la explotación sistemática del sentimentalismo popular enfocado a generar plusvalor de falsas luchas sociales o de la creatividad racionalizada como falsa heurística, optando por el deseo subjetivo de reproducir imágenes alegóricas a un estilo pictórico trascendentalista desaparecido que es de su preferencia. Y digo desaparecido porque Dumay omite la presencia humana, civilizatoria, tecnológica o contaminante ex profeso. No es su intención reanimar el trascendentalismo del paisaje romántico creando una “opinión romántica”. Simula un paisaje puro, mítico, prístino, como recién creado por un dios extinto. Llena la tela de ilusión realizando una vez más lo que la pintura siempre ha hecho, pero en el sentido de Zeuxis; mintiendo con una finalidad estética, a diferencia de Parrasio, que engaña a su colega para ridiculizarlo y ganar la competencia. Dumay le hace un desprecio a la pintura expandida –interesada- a los intereses creados en torno a esa idea davinciana del ennoblecimiento de la pintura. Nos presenta entonces una pintura plebeya, desnuda, mimética, icónica y no simbólica, prosaica y no poética. Opta por una pintura para el ojo, para el ojo frío, escéptico, resignado, ateo, transaccional e inhumano del homo economicus. No vemos pañales, botellas PET, cajas de leche , envases de galletas, de gas de camping, cables eléctricos o anuncios publicitarios; ni siquiera estelas de aviones a 10.000 pies. Estas pinturas no estimulan una conciencia social o ecológica que anestesie nuestra culpa mediante la repetición de imágenes catastróficas ni nos impulsan al consumo obsesivo de fetiches simbólicos mediante la sublimación de una tragedia. Estas imágenes son tan atlas fotográfico, tan National Geographic, tan canónicamente bellas, que nos llenan de culpa, pues iluminan la oscuridad de la extinción de lo real. Como las pantallas LED en la noche citadina, nos recuerdan que toda naturaleza será finalmente domesticada y sólo nos quedaremos con su simulacro: la realidad aumentada. Dumay invierte la función perversa del simulacro desde el simulacro, para generar una mirada despiadada de la verdad de lo falso. No trabaja con metáforas sino con alegorías. Utiliza imágenes que se parecen a otras imágenes que rememoran un pasado extinto visible únicamente en museos, en interiores o en realidades virtuales aún más interiores. Habitante consciente del mundo hiperreal, Dumay como pintor ya no tiene nada que decir. Utiliza el lenguaje de nuestra cultura visual para generar un inventario que sólo se ha de mostrar. Una estética de la mirada cuyo reparto privilegia el deseo sobre la opinión interesada. El deseo de producir un atlas geo-pictórico que quizás en el futuro sirva como referencia para la simulación de un mundo desaparecido. La ruina de la ilusión es que nos despierte a lo real. Las imágenes de la "Atlas Natura" no son sentimentales. El sentimentalismo es responsabilidad del observador.
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Santiago
Chile
Fotografías: Bernardo Carbajal